lunes, 15 de junio de 2009

OTRA DEMOSTRACIÓN DE QUE LA H ES MUDA

OTRA DEMOSTRACIÓN DE QUE LA H ES MUDA

Avatares de la accesibilidad en la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires

Precioso sábado de otoño. El evento: “Cine Debate”, auspiciado por RALS (Red Asistencia Legal y Social). La cita: 15.30 hs, en la Biblioteca Nacional. Horario perfecto para esta estación.
Parada en el estacionamiento de la Biblioteca, miré hacia el frente, más bien, hacia arriba, la gran explanada de acceso al edificio que me aguardaba. Para quien no conoce la Biblioteca Nacional, es como una nave nodriza en medio de los preciosos parques que nos legó Thays.


Casos y cosas de las rampas

Al hacer dos pasos se me vino a la mente el título de una de mis conferencias: “Después de la rampa ¿el servicio o el precipicio?” Les debo las fotos de esta aventura pues me encontraba en el fragor de la batalla, escalándola. Sucede que todas las baldosas están entre pegadas y sueltas, es decir, tambaleantes (como yo al pisarlas). Es como una rampa de baldosas flotantes porque todas “flotan” y hacen un ruido considerable al pisarlas. Pero esto no sería nada si no se levantaran medio centímetro, dependiendo de cómo se las pise, creando un desnivel de un centímetro entre una y otra. Para aquellos “slow Walker”, que encima arrastramos un poquito algún pie, es una lucha y un desafío acceder sin dejar nuestra osamenta tatuada en el piso de tamaña institución.

Mientras cuidadosamente subía la rampa, trataba de recordar cómo había hecho para hacerlo dos años atrás cuando fui a dar una conferencia, en la misma sala a la que ahora concurría para presenciar la película.

Traté de no seguir hurgando en la memoria y me focalicé en la rampa, SIN BARANDA y con HUECOS EN LA CONSTRUCCIÓN, por lo cual caminé estrictamente por el medio, cual novia que se dirige al altar, para no aparecer en el césped circundante, como fruta madura, caída de un árbol.

Al llegar a la cima y con cierto aire de “lo logré sana y salva” y esperando un premio, finalmente entré en el edificio. Al preguntar cómo acceder, me indicaron el ascensor, porque era en el primer piso. Pero antes de pasar, la señora que estaba en la recepción, me dijo: “¿Qué hace Ud. por acá, subió por la rampa?” Asentí con una sonrisa, pues su amabilidad no era merecedora de la respuesta “No, vine levitando”. Me miró de nuevo y, con enojo, dijo: “Puerta H”. La miré con cara de pregunta, pero sin emitir sonido. Suspirando, se disculpé por los inconveniente que hubiera tenido y me dijo: “Usted debiera haber entrado, desde el estacionamiento, directo por la Puerta H, hasta el Auditorio, ¿nadie le avisó abajo?” Y se contestó ella misma “Evidentemente, no. Bueno, discúlpenos, por favor, y al salir, dígale al señor de seguridad que la lleve al ascensor de la Puerta H.”

Sin caer en el chiste fácil de que nadie me dijo porque “la H es muda”, me retiré con una sonrisa. La sonrisa era por varios motivos:

El pequeño logro del día fue subir la rampa.
Lo reconfortante fue que, si bien, NO TODO EL PERSONAL estaba capacitado para atender personas con capacidad reducida, hubo alguien que pudo subsanar y rectificar la información para “EL CAMINO DE LA ACCESIBILIDAD”.
El último y fundamental, fue ratificar la importancia de capacitar a los recursos humanos. Si la pregunta es ¿A QUIÉN? la respuesta, indubitable, es A TODOS. ¿Y por qué a todos? Porque el único que estaba abajo cuando llegué era el de la garita, quien pareciera que su única ocupación era que nadie, sin permiso, dejara su auto allí. Él me vio y no me informó…¿por maldad?. Respuesta: NO, SIMPLEMENTE POR DESCONOCIMIENTO.Y el desconocimiento se soluciona con CAPACITACIÓN.

Entonces, fuera de toda broma, me pregunto ¿la accesibilidad, está representada, pura y exclusivamente, por una rampa? Otra pregunta: ¿lo humano, queda dentro o fuera de la ecuación? La Biblioteca Nacional ¿está hecha bajo las pautas del diseño universal o le faltó un poquito?

En países en vías de desarrollo, en donde siempre falta un poquito, es muy importante el factor humano y por eso, aún más importante, la capacitación.

Entonces, para que la Puerta H no siga siendo una información guardada como los misterios en “El nombre de la rosa”, cumplo en dar difusión de lo sucedido, por este medio y solicito a las autoridades de la Biblioteca Nacional que informen a todos los empleados sobre “La muda Puerta H”.

El cine debate al que concurría era sobre temas de discapacidad, por lo cual, la chance de que fueran personas con diversidad funcional era alta.

Párrafo aparte merece la película proyectada, “Snow cake” y el avance de la película argentina, “Anita”, auspiciada por la fundación DISCAR.

Muy buenas ambas, pero fue cine sin debate, pues la gente de seguridad vino a desalojar la sala porque era la hora de cierre. Firmes y a la voz de “Por favor, por aquí” fueron desalojándonos con prisa y sin pausa, hasta dejarnos fuera. Al salir y recordando la Puerta H, le solicité que me dejara salir por allí. Le mostró al resto la escalera y, a mí, como excepción, me dejó entrar en el ascensor, previo pedir a dos personas que bajaran por la escalera.

Insistí con la Puerta H pero, finalmente, subí al mismo ascensor que me había traído desde la recepción. La rampa, esta vez, para bajarla, me esperaba de noche, con viento y poco iluminada. Por suerte, al ser todos invitados a retirarnos, pude contar con un brazo amable que me hiciera de sostén.

Insistiendo en transitar por el medio de la rampa, por las razones enumeradas, llegué sana y salva. Pero me pregunto, como dice mi tía, “¿qué necesidad?”.

Y, finalmente, vino a mi memoria que, cuando fui a dar la conferencia, hace dos años, parte de los organizadores me llevaron por la Puerta H hasta la Sala Jorge Luis Borges y, también, recordé otra cosa: al irme, quedamos encerrados en el ascensor por unos minutos. Suerte que todo resultó bien, porque como la H es muda, nunca nos hubieran escuchado.
Fotos gentileza de Taringa.net