domingo, 8 de febrero de 2009

Ser como los demás sin capricho en El Capricho

Tener una entrada VIP auguraba un buen comienzo aunque VIP y accesible, sumado al factor campo, no suelen arrojar un buen resultado.
Pues este no fue el caso: al poner un pie en el suelo del estacionamiento del Haras El Capricho, vino raudamente alguien que manejaba una camioneta Toyota Prado que nos dejó en la entrada de la carpa VIP.
Allí nos informaron que las acreditaciones empezaban a las 12 del mediodía. En vista de que faltaban 45 minutos, comenzamos a recorrer el predio que cualquier persona puede visitar en forma gratuita al asistir a la Fiesta Hípica en el Haras El Capricho. Una hilera de más de 20 baños químicos estaba bajo una frondosa arboleda, cerca de las tribunas, desde donde se apreciaba cada uno de los obstáculos que jinetes y corceles debían sortear.

Accesibilidad, adaptación, tino y respeto

Mientras esperábamos para entrar seguíamos recorriendo. Encontramos bajo la sombra de añosos árboles una familia reunida y, entre ellos, un chico, quien a pesar de tener una gran discapacidad, parecía disfrutar del entorno y de quienes lo rodeaban. También vi llegar a un señor en silla de ruedas eléctrica, la cual andaba muy bien gracias a lo regular que era el suelo.
Llegado el momento de acreditarse, nos dejaron pasar primero. Lo que sucedió después es que casi al mismo tiempo, abrieron para el resto: eso hizo que casi me atropellaran. Al advertir lo que pasaba, una de las encargadas se acercó a nosotros y nos preguntó nombre y apellido para pre-acreditarnos; llegado que hubimos a la carpa, nos dejaron entrar y me ofrecieron una silla; pronto teníamos nuestra pulsera y la ubicación en la mesa.
Antes de llegar a la mesa, me indicaron dónde estaban los baños. Había de dos tipos: químicos ambos, pero unos como los que se ven habitualmente en actos públicos y otros dentro de unos trailers, que tenían más el aspecto de un baño común. Para llegar a estos últimos, que eran más cómodos, había que subir una escalera empinada. Me dijeron que, si no podía subirla, cerca había otros baños más accesibles pero que debía avisar para que me guiaran.
Cuando más tarde me dirigí, finalmente, a los baños, volvieron a ofrecerme esa opción, lo que muestra que, siempre, silenciosamente, había alguien para ayudar que escuchaba mi respuesta y la respetaba. Esto es: si me ofrecían ayuda y yo decía que podía sola, me dejaban: un verdadero logro.
El evento en sí, más allá de mis observaciones sobre accesibilidad, se notaba que estaba organizado con gran profesionalidad. Los diez años transcurridos desde la primera fiesta hípica mostraban que no sólo se había crecido en cuanto a popularidad del evento sino que también se había ganado en concurrencia, pero, por sobre todas las cosas, se había perfeccionado la organización y, dentro de ella, la accesibilidad y la forma en que se hacía posible gracias a la capacitación del recurso humano.

Me solicitaron que avisara al irme así un auto me estaría esperando para llevarme al mío. No lo hice, lo olvidé, pero al salir allí estaba esperándome. Me acerqué a felicitar al señor Gerardo Whertein, quien expresó dos cosas muy interesantes: una, que trataban de crear conciencia y otra que, a partir de que un familiar cercano se trasladaba en silla de ruedas, él siempre, al organizar algo, tenía en cuenta si el lugar era accesible o no para que alguien en esa condición se manejara con comodidad y autonomía.
Me fui feliz por haber disfrutado de un evento de talla internacional y con la sensación de que en el campo y lejos de la ciudad, también “se puede” apostar a que TODOS, los que caminan y los que no, los que ven y los que no, los que escuchan y los que no, puedan disfrutar de tamaño espectáculo, sin llevar a cuestas la preocupación de pensar si hay accesibilidad o no.
También me fui reafirmando que la flexibilidad de pensamiento, tan en boga en estos días en el mundo, siempre estuvo presente en la Argentina, esto es, si no está hecho te miran, te preguntan, te escuchan y lo más importante, TE AYUDAN.
Puedo decir que en El Capricho te escuchan, te entienden, te respetan y actúan en consecuencia.