lunes, 13 de octubre de 2008

Historia de amor en San Antonio de Areco

Historia de amor en SAN ANTONIO DE ARECO.

San Antonio de Areco, es la cuna de de la tradición Gauchesca, a sólo 112 km de la capital federal y casi todo el camino por autopista hacia el norte, es tan cerca de Pilar que uno ni alcanza a preparar un mate que ya llegó. Luego de visitar los atractivos históricos de la ciudad, deleitarnos con unas infaltables empanadas seguidas de delicioso asado y antes de disfrutar de una apacible noche en su confortable hotelería, tuvimos hermosa invitación: té en Champay.
Juan es un prestigioso empresario, de ceño duro y adusto. Argentino, de padres alemanes es muy bromista y un excelente anfitrión así como Cristina, su esposa y Vera su hija. Él y Vera aman los caballos y demuestran ese amor en el Haras Chimpay, a sólo 5 kilómetros del mágico pueblo.
Ellos crían yeguas que dan a luz caballos pura sangre que luego son preparados para correr carreras. El día que los visitamos tuvimos la suerte de ver un potrillito que había nacido hacía 5 días. Él había visto nacer a su madre asique lo consideraba verdaderamente un nieto.
Sorprende del Haras desde la construcción hasta el tratamiento que reciben estos animales. Los Caballos viven y se crían en espaciosos Boxes con vista a la llanura, cosa nada común en estas estructuras. Todos los días los ojos se les llenan de vida con el sol que ven nacer o ponerse. Los gallos y pájaros que pasan por el lugar también les alegran la vista. Ni bien Juan se acercaba y nos empezaba a contar la historia de cada uno al tiempo que los acariciaba nos sorprendía observar como los otros relinchaban pidiendo cariño. Luego de un rato me acostumbré al tamaño y el porte y logré acercarme a hacerles caricias, al hacerlo sentí una sensación de brindar y recibir amor inédita. Entonces empecé a observar a Juan, en esos momentos era como un niño mostrando su tesoro más preciado. Palabras de amor surgían de su boca y los caballos lamían su mano y se dejaban acariciar bajando la cabeza. Héctor lo imitó pero con suerte diversa, no sabía que a los caballos les gustaba mordisquear camperas!!!! Casi pierde un pedacito del codo!!!

Luego volví a la casa y los tres hombres fueron más lejos donde estaban los caballos sueltos. Adrián, el fotógrafo de la jornada, saludó a uno con una caricia y no pudo librarse de él, lo guío por el campo a cambio de caricias. Finalmente el fotógrafo se dejó fotografiar abrazado a su nuevo amigo.


Nos fuimos con sólo un plan en mente, Volver!!! Días más tarde Juan me contó que ya hay 5 nuevos potrillitos. Ya estamos planeando el regreso.

Ese día entendí cabalmente el valor de la llamada 'equinoterapia' también que no sólo es para personas con discapacidades sino para todos, también los que no tienen discapacidades visibles pues ellos nos brindaron, amor, paz, y un atardecer único e inolvidable.

Muchas gracias a los anfitriones y al equipo!!! (queda a criterio del lector saber cuál es cuál)